viernes, 9 de diciembre de 2016

poema perro peludo

desde la última vez que te vi
ya me han crecido las uñas
me he cambiado de ropa
un número incierto de veces
otras tantas me he duchado
y he comido lentejas
he recogido mi habitación
superficialmente
cepillado el cabello oscuro y largo
una montaña. un hálito de madera
que descendió suavemente al suelo
la última vez que te vi
enhebrado al polvo y a la memoria.
cuántas veces dormiré hasta que vuelvas
cuántas me calzaré los zapatos
me haré la merienda.

seguramente tres. sí. es lo más justo.

viernes, 18 de noviembre de 2016

luces de navidad incendiando las calles
brillando sobre las caras de los jóvenes
flexibles, hechos de hierro azufre sal
pérdidas brillando contra la sábana oscura
desordenados y polvorientos
y el germen del declive golpeando contra sus costillas.
corren aislados entre el azufre
hundidos en su desnudez autocomplaciente
mientras las nubes suben por el pecho
y la garganta.
"dices esto porque estás enferma,
cubierta de fiebre, envuelta en asco
empapada de leche cálida"
afirmo esto porque estoy enferma
mustia determinada
asqueada febril terriblemente
mojada
soy joven la luz oscura golpea la cara
seré joven eternamente como el resto del mundo
seremos jóvenes eternamente quién lo niega
seremos jóvenes eternamente
la piel brillante toda la vida
dientes toda la vida
cabello largo toda la vida
toda la vida sumisión
desposesión juventud
juventud, fascismo eterno,
caricias lentas y café caro
sexo kink al caer de la tarde.
seremos jóvenes eternamente
quién se atreve a negarlo
¿acaso tú, que corres rítmica
metódica arañándome las venas?
déjame que lo dude.

los seres lactantes

hoy era el día
del brillo y el traje:
los seres lactantes
lo celebran llorando
mordiendo los pechos
tragando la sangre
los seres lactantes de cincuenta años
asquerosos y blancos
encerrados y fríos
tomaron las calles
de los años mediocres
tomaron las calles
que ya poseían
y lo celebraron llorando
sin conciencia de historia
de épica posmodernista
a mordiscos mataron
con las manos limpias
las manos naranjas
las manos...

el día era hoy
hoy es el día del apaleamiento
los niños lo cantan
en todas las calles
con el cuello sangriento
y los dedos oscuros.
solo nos queda
el ataúd, el cadáver manchado
quizá un pájaro
o un archiduque
"volverás a la tierra"
cuando lo digamos
hoy es nueve del once
tal vez once del nueve
un blanco joven contento en arkansas
muerde los pechos de los inmigrantes
el día era hoy:
ya se han roto
los cristales.

lunes, 17 de octubre de 2016

me iré. me iré a vivir contigo.
a partir del aire
construiremos las noches
a partir del mar y la fiebre.
construiremos los días
con palabras que escribiré para las dos
guardaré para ti
las mejores palabras:
madera, rayo, nevera, frágil
hechas de la mejor materia fónica
de los mejores haces
del mejor hielo
roto
y unido
en espadas suaves mojadas
tiernas flexibles largas
dulces oscuras espadas.
me iré a vivir contigo, sí, me iré
construiremos las tardes
con la fiebre y la bruma
guardaré para mí
las palabras impuestas:
febril febril, febril violencia
febril silencio, febril
palabra, hebras de
palabras. me iré.
me iré a vivir contigo
con las mejores palabras
y las palabras impuestas.

viernes, 12 de agosto de 2016

poema para aterrizar

la mesa del avión se mueve.
hace apenas media hora
vi la curvatura del mundo
pensé en tus costados
pensé en tus costados.
el aire corre líquido
entre mis uñas
botella de agua aplastada bajo el peso
de la responsabilidad invisible
de la promesa invisible
de las malas decisiones invisibles.
mi cuerpo está cambiando de densidad
tan levemente que solo
lo sabremos dentro de 50 años
pensé en tus costados.
cada vez más cerca de la tierra
lejos de ti
más cerca del resto de mi vida
más lejos de ti
mientras trastabillo por la línea que te separa de ella
quizá el océano atlántico
trastabillo como jesús
o como alguien con menos ganas de vomitar
y mejor oído.
árboles más grandes cada vez
los niños despertando entre bostezos más diminutos cada vez
tocamos el suelo como quien toca una mariposa:
con miedo y asco.
algo maravilloso.
pensé en tus costados
más lejos cada vez
más lejos
cada vez
más lejos...
una hora más
en Barajas.

viernes, 20 de mayo de 2016

altazor

ves pasar un camión rojo
desde tu ventana
fumando un hipotético cigarro
que no está ahí aunque
lo deseas.
tres años desde que no para el maldito ruido.
estás sola
y encerrada
y sola
bajo un cielo frágil
sobre la explanada última
y encerrada
lamiéndote los dedos
desgastando tus encías
y sola
llena de astillas
que sangran ocasionalmente
sin causarte mayor
perjuicio.
y encerrada
cubierta de las tripas de algún animal enorme
alzando los dedos al cielo como si rezaras
y sola
rezando con los dedos colgando por la ventana
y encerrada
sin atreverte a mirar abajo
y sola
incapaz de enfrentar la vergüenza
y encerrada
mirando a un camión rojo
marcharse
y sola
y tu madre y tu hermano y tu novia
y encerrada
y tu futuro
y sola
y viva
y sola
y viva
y encerrada.
Tres años y tres minutos desde que no para el maldito ruido.

sábado, 7 de mayo de 2016

Escuchamos los chillidos del metro
a lo lejos. Tu reloj de pulsera es dulce
como un durazno de plástico. O al menos
así lo recuerdo. Es verdad,
tú ya no estás conmigo.
Hace media hora desde que
nos separamos
mientras un montón de desconocidos aplaudía
o quizás se sacudían el polvo
o eran mantis religiosas.
Cruzaste una puerta llena de radiaciones magnéticas
yo tiqué en Nuevos Ministerios para subir al cercanías
tú no te quitaste los zapatos
y nos dijimos adiós hasta que se nos cayeron los ojos.
Soy solo yo quien escucha los chillidos del metro
a lo lejos. Tengo que ir a clase en unas horas,
también tengo que dejar de llorar en algún momento
o empezar a llorar
o algo. Me pregunto si estarás durmiendo bien
a muchos kilómetros sobre mi cabeza
-como cuando nos conocimos-
me pregunto si te habrás quitado las gafas para
echar una cabezada encima de todas las nubes.
encima de todos los rayos.

 Un hombre canta en otro idioma por la calle
mientras entras en mí repetidas veces
y nos mordemos mutuamente y vivimos en Arrecife
y mis labios saben a mantequilla unas horas después,
como los tuyos. 

Encima de todos los niños.
Soy solo yo quien escucha los chillidos
de los astronautas rusos.
O eso me repito mientras lucho por no dormirme
en esta cápsula extraña de aceite y acero.

Buscamos la banda sonora de una película
en spotify. Creo que quedaría bien con tu voz,
pero no te lo digo. Miro con ansia tu piel desnuda.

Las sábanas arrugadas me hablan de a qué sabe la piel de
tus hombros. A semillas. Me hablan de a qué saben mis ojos:
a salitre.

Me entregas con pudor una camiseta
envuelta en dos años y medio de relación. Y
una ola grande como un beso ciego.

Me hablan de a qué saben mis días siguientes:
tu aliento en mi frente como un pájaro lento.
a lo lejos.
tu voz clavada en mis huesos apagados.

martes, 29 de marzo de 2016

Las playas a las que no iremos nunca
son de un color raro bajo la luz de la incomprensión
igual que los costados a los que no iremos nunca
pero todo lo contrario a los hachazos cerrados.


En las playas a las que nunca iremos
existieron tardes de risas y cuerpos salados
lamidos por el sol
de la juventud descarnada
y manos que se paseaban como muertas
en la alegría angustiosa de poseer dos cuerpos.
Habría también besos vacilantes y dolorosos
y mi presencia pendería sobre la cabeza de todos los cangrejos
y arena dentro del bikini -como siempre-
y crema dentro de la arena verde.
Alguien más se daría cuenta de que tus pestañas son rubias
y te sonreiría
y tú lanzarías tu mirada
de no saber que puedes ser increíblemente magnética,
olvidada ya del compromiso incómodo e innecesario
de atar tus manos a un cuerpo roto
olvidada de los besos vacilantes e indoloros de las primeras veces
y de los quizás y de los yo querré y de los no me odies
olvidada en fin de mi costado y de mis mejillas
y de mis hachazos y de mi cuerpo roto.


Las playas a las que nunca iremos
son de un dolor raro bajo la luz
de la comprensión. Por eso es mejor
que no vayamos nunca.
te maquillas
despacio
mientras no te miro
con un lápiz
moreno y delgado
un chico andaluz
que sale de algún lago
ni verde ni azul
-tu color favorito:
lo indeterminado-
y entonces te veo
antes de irnos
a Kansas
o algún rincón
de Tenerife de indudable parecido
con lo que siempre pensé que sería
mi cabeza una vez huyeran
los pájaros malditos que llevo atados a
algún lugar cercano al lóbulo
una vez huyeran
los veranos rotos
y sin lugar a dudas
el ruido de la tele.
Resulta que llevas
pintados los ojos
parecen piscinas de
algún lugar de Tenerife de indudable parecido
con lo que será mi cabeza
cuando hayan vuelto
los colores perdidos
(azul y rojo y el verde mar del vaso de mi infancia
en el que me lavaba los dientes
bastante mal, de hecho).
y tienes los ojos
más claros de lo que piensas
y más claros de lo que nunca seremos
capaces de ver.

Hoy vamos a comer con tus padres
(y los ojos claros)
porque hoy es domingo
(y el chico andaluz)
me alegro realmente de verlos a todos
(parecen piscinas)
y de buscar en secreto a quién te pareces más:
(a los colores perdidos).
los pequeños ruidos nos volvieron locos
porque eran insistentes y atrevidos
lo que nosotros nunca
así que nos conquistaron
los microondas las lavadoras
los grifos mal cerrados
clic clac los conocidos
incómodos bla bli
las cremalleras y algunos insectos:
los pequeños ruidos nos volvieron locos
porque eran el único sonido
de las casas en las que nos volvimos locos
porque los pequeños ruidos hablaban
del paso del tiempo insistente y
atrevido, las llaves y las uñas
los vecinos enredados en lucha
hermosa e insistente
como el tiempo o como los remordimientos
los remordimientos de los labios y de
la lenta desintegración de la piel amada
y el pavimento y los italianos.
 así que nos conquistaron
 mientras dormíamos en lucha hermosa
contra nosotros. Nunca
dormirás tranquilo mientras puedas
oírte respirar
pero
hay cierta
belleza insistente
en tu respiración lenta, enredada y molesta
como en un cd roto
o un niño de pecho
-el paso del tiempo
y el esplendor insistente
y molesto. Clac, clic.
La lluvia se desliza -arriba, abajo-
como mi conciencia -abajo, arriba-
o como el tiempo -arriba-
como la hiel -abajo-.
Fue tan grande mi rabia -abajo-
como una hormiga muerta -arriba-
que profané la oscura nieve fría
yo, como un alacrán envenenado.
Sangre y vino y sangre, vinagre y labios.
Los ciervos mojados dormían
en el humo inconsciente álamo
como el mar atado a la lejanía.
Tiembla la hoja viva -abajo-
la lluvia tiembla abajo, arriba.