jueves, 6 de noviembre de 2014

tengo un vago recuerdo

Tienes la piel suave como el llanto de la luz de una farola
pero no es a ti a quien escribo un poema ahora mismo.
Le escribo al rey del castillo de pena
mientras escucha aburrido y diacrítico cómo el coro
de voces perdidas en las fisuras de su mente discurre por el río
-una lámpara es un río-.
Canta el odio más fuerte
odio absoluto y visceral a la infancia
a la traición de la infancia
a la química de los cuerpos
y a los dedos que salen de lo más hondo de mi ser como espadas acusadoras feas e inútiles
como tumores alargados que un demiurgo formase con plastilina
ah, tristeza de dedos y de gemidos solitarios que tienen pegados a la punta
ah, felicidad por la muñeca a la que están atados con todo el fuego del insomnio.
Canta más fuerte el odio,
odio
odio visceral al agua estancada
odio lento a las ondas eternas de mi caída en el estanque desde Plutón, único errante,
a los reflejos ruidosos que proyecto a oscuras.
¡Esto no soy yo! ¡Esta versión empobrecida y disminuida de mí como una colina
(estúpida colina de mierda)
no soy yo!
Yo puedo responderos a todas las preguntas sobre la tierra y sobre la Tierra si no me miráis
como si fuese un velero roto en medio de un bosque
pero es que igual tenéis razón y soy un velero roto en medio de un bosque.
¡Dios, cómo odio mi infancia derruida y muda! ¡La mataré!
¡La apuñalaré con el cuchillo con el que maté a mi padre!
Y luego usaré el cuchillo para excavar túneles que me lleven a Plutón
y pelaré a Plutón con el cuchillo y me lo comeré como a una manzana
después de peinarle el pelo largo y rubio en su infancia
y de besarle llorando sus pestañas sombrías.
Pero luego tengo que irme
-una despedida no es más que un siencio incómodo
prolongado y un torbellino de palabras
mal dichas entretejidas en bóvedas de un castillo de pena
y lenguas verdes y rotas y un torbellino de silencios
y de palabras malditas, rotas y verdes entrelazándose como los rayos de sol con su pelo que
despiden en fila, incómodas,
las millones de caídas de la noche desde
su pelo.
El odio canta más fuerte.
El rey está desnudo.
Caen los castillos al atardecer del hombre y yo
me despido agitando la mano contra el pecho
porque no tengo ojos pero
tienes la piel suave como el llanto de la luz de una farola
y será a ti a quien escriba poemas cuando no haya noche.