martes, 9 de junio de 2015

violencia de género

Es una de esas tardes dulces como un helado de veneno
en las que apoyo la espalda contra las reminiscencias de mi dolor
que tienen forma seguramente de árbol o de mermelada,
y les cuento mis penas a los pelos de mi brazo.
Empiezo por, ya sabes, el aparcacoches
hasta concluir, cuando el sol está a punto de nieve,
con el zaguán perezoso,
y les cuento mis penas a los pelos de mi brazo.
Y les grito,
les grito por todas las mujeres que gritaron por mí
y por todas las mujeres a las que nunca he visto
pero que están ahí, gritando
contra un sol mudo y cruel que las viola
-ya sabes, el aparcacoches-
y las acaricia
-el zaguán perezoso-,
gritando como Cristo en la cruz debió de gritar 
o muy calladas, como Cristo en la cruz debió de callarse.
Y les grito mis penas a los pelos de mi brazo
les grito por mí
que ahora vago entre soles que no me gritan,
y les grito
lo bien que me siento
cuando el sol muerto cae contra mi espalda
la vida
ha llegado
a ese punto
en que mis primos mayores
se plantean divorciarse
y lo publican
por facebook.