miércoles, 25 de febrero de 2015

El ángelus

-He visto esa película de la que tanto habla Maud y es una basura, aunque me gustaba la luz verde.
-A Maud también le gusta la luz verde.
-La vi en inglés.
-Maud también.
-También nosotros nos detenemos a saborear la noche.
-Maud hizo el amor una vez mientras un vinilo de Johnny Cash giraba y giraba en un huevo atmosférico.
-¿Fue a ti?
-No. A la agonía.
-Yo soy la agonía.
-Y yo la amante de Maud.
-Y yo tu amante.
-Maud es la agonía para los dos.
-Y tú la decadencia pegada a los labios iluminados por la luz verde. 
-Maud es la luz verde.
-Maud no existe.
-Pues es una pena porque dijo que le gustabas y que quería conocerte mejor y que quería que saliésemos los tres y que la escarcha echa a perder los hombros. Y que no creía en el determinismo total de las acciones humanas.
-Alguien murió contento.
-¿Te duele si las vides se enzarzan en milenarias batallas por el dominio de la cueva húmeda y sórdida como
la catástrofe
el dolor
el atún?
-¿A Maud le duele si esas vides se besan y abrazan llorando por haber perdido a un hijo?
-¡BASTA! Maud no existe.

A quien fui

Quería ver los campos de trigo. Estuve obsesionada con esa imagen durante mucho tiempo: la tibia independencia de las espigas, la suavidad de la luz de la tarde, la crueldad dorada. El sól moviéndose despacio para darme tiempo de asimilar la huida de todos mis protectores, hasta el último, hasta yo misma. Los tallos estremeciéndose con mi dolor. Unos cabellos rubios desconocidos flotando entre las notas de otra canción que desconozco y que no soy yo. Quería ver los campos de trigo, pero estaban regados de sangre y unos bichos azules extraños que más tarde reconocí como la Reacción, quería ver los campos de trigo, le dije a mi madre que quería ver los campos de trigo, ella me dijo que también quería ver los campos de trigo, que fuésemos a ver los campos de trigo, deberíamos hacer más cosas juntas, en esos campos de trigo no hay tigres que coman nada, pues razón de más para ir, te llevarás el tabaco, nos llevará el tabaco a ver los campos de trigo. Nunca fuimos a ver los campos de trigo. No hace falta ir a ninguna parte para ver los campos de trigo, los tengo clavados en la retina como un cristo translúcido purpurinoso roto de gominola ¡a cristo de gominola le falta la cabeza! No me dejan nunca los campos de trigo. No me abandona nunca el amor necesario para no morir en ellos, ni la desesperación suficiente para encontrarlos.

miércoles, 11 de febrero de 2015

di amantes de espanto

Mira a sus padres
con huracanes dentro de la cabeza
 y sus manos guardan toda la destrucción de un instante.
Destaca entre sus circunstancias como
huellas de sangre sobre un cielo de un inabarcable
blanco que recuerda que
nada es virgen porque nada aguanta la presión constante
y la vida se resume en la presión constante de la nada.
Hombre, ama tu contexto.
El misil sólo es misil cuando explota en unas
coordenadas áridas y verdes como un café de somnolencia.
Y qué sería de Berceo si sus pasos doblasen al ritmo de
las campanas
en alguna noche
de alguna calle de alguna ciudad
de algún tiempo convulso y mojado de espasmos que no fuese el suyo.
Imagina a Berceo más allá del posmodernismo nadando
entre palmeras muertas
y sin los arañazos de todos los dientes que cruzaron su pecho.
Imagina a Berceo mientras un ejército de pájaros rojos, verdes y naranjas
intrincadas figuras, caderas, sonrisas, coños, ansiedad, escarlatina
conquista Ultramar por última vez.
Imagínalo en la respiración contenida de los años 30,
y muerto en batallas de Troya,
roto, roto, roto como esa luz
y sus intestinos derramados como ofrenda
como un saco de joyas.
Hombre, ama tu contexto.
Sin las líneas la música se hunde en el vacio
y tú
como un muelle perverso encerrado en un brick
te meces esperando que alguien te abra.
Mira a su madre
con huracanes dentro de su cabeza
y sus manos guardan toda la destrucción de un instante.