sábado, 5 de diciembre de 2015

trasuntos

el trasunto del exceso de respiración en las células pasa
y los soldados se hacen niños
en todas las cárceles venden caramelos
para los niños nuevos
la ciudad respira como uno de esos niños lento y en silencio
como un glaciar o el trasunto del exceso de respiración
en las células quemadas
la ciudad se quema
como las células que respiran
los niños
no
respiran
tampoco respira la ciudad,
sólo las células
y
el trasunto del exceso de respiración en las células:
la senectud. la claridad quemada.


los niños arderán y se olvidarán de su nombre
como pájaros arderán y se olvidarán de su nombre
y también también
se olvidarán de su nombre.
se olvidarán de su nombre cuando las células respiren
y respirando ellos
se olvidarán de su senectud.
su cara quemada.


los niños
no
respiran.
sólo
se
acuerdan
de
sus
padres.


como pájaros arderemos
y nos olvidaremos de nuestro nombre:
la senectud.
la
vanidad
quemada.
nuestros
padres.

martes, 17 de noviembre de 2015

También yo quiero recordarme

Me cubre un desasosiego con su  manto de plata
de plata es el rojizo cielo, cielo
podrido por dentro.
Tal vez es que recuerdo otras mañanas
llenas de dolor y pausas
colores azules y grises enredados
púrpura en mis entrañas.
¿Qué pasa?
También yo quiero recordarme,
como los pájaros huyen del norte
a la raíz de los dientes de antes.
Colores extraños que me roéis las entrañas
forma avellana y manos de amante
menta gritos y dentro
púrpura en el cuerpo.
Pero debo andar despacio.
Soy claraboya de espacios rendidos,
manos de amante y colores extraños
vacíos.

domingo, 15 de noviembre de 2015

He cruzado.
Deliré de fiebre
me corté las manos
quise romper cuellos
desatar el árbol
desatar las manos,
pero he cruzado.
Desde las negras aguas verdes
nunca más madera
trastabillando
bajo las negras aguas rojas
he cruzado.
Una sombra que se niega al negro,
unos rojos, verdes labios,
un todo azul, violeta y vivo,
enredándose en el trigo
de mayo.
El trigo que te cae por las mejillas,
el trigo que se enlaza, desatado,
el trigo entre tus brazos, vaina, brazos
y en el tálamo.
Yo, que he temido nombres, meses, sombras
invisibles y amantes extraños
soy un único haz de un único trigo
(y una única boca y único álamo,
único pálpito único clamor)
de amor maduro que gotea cálido.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Dios sabe que soy Isaac

Estoy rodeada por las máquinas Laura
giro en círculos hasta ser un punto insignificante
en la geografía de las caderas de
para huir de ellas.
Es ensordecedor
el tibio lamentar de las lámparas sobre mi cabeza
el arroyo agrio balanceándose desde las caderas de
que me está ahogando.
Estoy rodeada por los tránsfugas Laura
por todos mis dedos
que trepan como vetas sobre la madera pálida
contra mi cuello.
Es un tenedor
contra el diámetro de mis venas sin embargo estrechándolo
para que la sangre no olvide ni se levante enfurecida
contra mí,
la sangre con la que regué los surcos de Lorena por aburrimiento
me está ahogando.
Estoy rodeada por los ácidos, Laura
utilizo el cable del espejo para atar mi vida a los círculos
y vomitar y vomitar y vomitar
para huir de ellos.

Laura, Dios sabe que soy Isaac,
los dedos que me entierran por los ojos,
la sangre que me ensucia las entrañas.

martes, 9 de junio de 2015

violencia de género

Es una de esas tardes dulces como un helado de veneno
en las que apoyo la espalda contra las reminiscencias de mi dolor
que tienen forma seguramente de árbol o de mermelada,
y les cuento mis penas a los pelos de mi brazo.
Empiezo por, ya sabes, el aparcacoches
hasta concluir, cuando el sol está a punto de nieve,
con el zaguán perezoso,
y les cuento mis penas a los pelos de mi brazo.
Y les grito,
les grito por todas las mujeres que gritaron por mí
y por todas las mujeres a las que nunca he visto
pero que están ahí, gritando
contra un sol mudo y cruel que las viola
-ya sabes, el aparcacoches-
y las acaricia
-el zaguán perezoso-,
gritando como Cristo en la cruz debió de gritar 
o muy calladas, como Cristo en la cruz debió de callarse.
Y les grito mis penas a los pelos de mi brazo
les grito por mí
que ahora vago entre soles que no me gritan,
y les grito
lo bien que me siento
cuando el sol muerto cae contra mi espalda
la vida
ha llegado
a ese punto
en que mis primos mayores
se plantean divorciarse
y lo publican
por facebook.

miércoles, 25 de febrero de 2015

El ángelus

-He visto esa película de la que tanto habla Maud y es una basura, aunque me gustaba la luz verde.
-A Maud también le gusta la luz verde.
-La vi en inglés.
-Maud también.
-También nosotros nos detenemos a saborear la noche.
-Maud hizo el amor una vez mientras un vinilo de Johnny Cash giraba y giraba en un huevo atmosférico.
-¿Fue a ti?
-No. A la agonía.
-Yo soy la agonía.
-Y yo la amante de Maud.
-Y yo tu amante.
-Maud es la agonía para los dos.
-Y tú la decadencia pegada a los labios iluminados por la luz verde. 
-Maud es la luz verde.
-Maud no existe.
-Pues es una pena porque dijo que le gustabas y que quería conocerte mejor y que quería que saliésemos los tres y que la escarcha echa a perder los hombros. Y que no creía en el determinismo total de las acciones humanas.
-Alguien murió contento.
-¿Te duele si las vides se enzarzan en milenarias batallas por el dominio de la cueva húmeda y sórdida como
la catástrofe
el dolor
el atún?
-¿A Maud le duele si esas vides se besan y abrazan llorando por haber perdido a un hijo?
-¡BASTA! Maud no existe.

A quien fui

Quería ver los campos de trigo. Estuve obsesionada con esa imagen durante mucho tiempo: la tibia independencia de las espigas, la suavidad de la luz de la tarde, la crueldad dorada. El sól moviéndose despacio para darme tiempo de asimilar la huida de todos mis protectores, hasta el último, hasta yo misma. Los tallos estremeciéndose con mi dolor. Unos cabellos rubios desconocidos flotando entre las notas de otra canción que desconozco y que no soy yo. Quería ver los campos de trigo, pero estaban regados de sangre y unos bichos azules extraños que más tarde reconocí como la Reacción, quería ver los campos de trigo, le dije a mi madre que quería ver los campos de trigo, ella me dijo que también quería ver los campos de trigo, que fuésemos a ver los campos de trigo, deberíamos hacer más cosas juntas, en esos campos de trigo no hay tigres que coman nada, pues razón de más para ir, te llevarás el tabaco, nos llevará el tabaco a ver los campos de trigo. Nunca fuimos a ver los campos de trigo. No hace falta ir a ninguna parte para ver los campos de trigo, los tengo clavados en la retina como un cristo translúcido purpurinoso roto de gominola ¡a cristo de gominola le falta la cabeza! No me dejan nunca los campos de trigo. No me abandona nunca el amor necesario para no morir en ellos, ni la desesperación suficiente para encontrarlos.

miércoles, 11 de febrero de 2015

di amantes de espanto

Mira a sus padres
con huracanes dentro de la cabeza
 y sus manos guardan toda la destrucción de un instante.
Destaca entre sus circunstancias como
huellas de sangre sobre un cielo de un inabarcable
blanco que recuerda que
nada es virgen porque nada aguanta la presión constante
y la vida se resume en la presión constante de la nada.
Hombre, ama tu contexto.
El misil sólo es misil cuando explota en unas
coordenadas áridas y verdes como un café de somnolencia.
Y qué sería de Berceo si sus pasos doblasen al ritmo de
las campanas
en alguna noche
de alguna calle de alguna ciudad
de algún tiempo convulso y mojado de espasmos que no fuese el suyo.
Imagina a Berceo más allá del posmodernismo nadando
entre palmeras muertas
y sin los arañazos de todos los dientes que cruzaron su pecho.
Imagina a Berceo mientras un ejército de pájaros rojos, verdes y naranjas
intrincadas figuras, caderas, sonrisas, coños, ansiedad, escarlatina
conquista Ultramar por última vez.
Imagínalo en la respiración contenida de los años 30,
y muerto en batallas de Troya,
roto, roto, roto como esa luz
y sus intestinos derramados como ofrenda
como un saco de joyas.
Hombre, ama tu contexto.
Sin las líneas la música se hunde en el vacio
y tú
como un muelle perverso encerrado en un brick
te meces esperando que alguien te abra.
Mira a su madre
con huracanes dentro de su cabeza
y sus manos guardan toda la destrucción de un instante.