Envenénate. La noche es muy larga y cualquier cosa es mejor que el muro de cálida e inamovible nada.
Me inyectaré anclas en algún lugar comprendido entre mi páncreas y un órgano vital indefinido.
Nada en vena salvo la sangre y el sabor a limón.
El limón es lo que queda si al otoño le quitas el frío.
He fustigado trescientas espaldas limpias para hacer con ellas un cuadro de Kirchner.
He vendido la incandescencia.
He tocado el piano con mis costillas rotas
y la melodía reía risueña como un piano de cola ebrio de incienso,
explotando en la cima de la campana de Gauss cuando
todo explota.
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