miércoles, 25 de febrero de 2015

A quien fui

Quería ver los campos de trigo. Estuve obsesionada con esa imagen durante mucho tiempo: la tibia independencia de las espigas, la suavidad de la luz de la tarde, la crueldad dorada. El sól moviéndose despacio para darme tiempo de asimilar la huida de todos mis protectores, hasta el último, hasta yo misma. Los tallos estremeciéndose con mi dolor. Unos cabellos rubios desconocidos flotando entre las notas de otra canción que desconozco y que no soy yo. Quería ver los campos de trigo, pero estaban regados de sangre y unos bichos azules extraños que más tarde reconocí como la Reacción, quería ver los campos de trigo, le dije a mi madre que quería ver los campos de trigo, ella me dijo que también quería ver los campos de trigo, que fuésemos a ver los campos de trigo, deberíamos hacer más cosas juntas, en esos campos de trigo no hay tigres que coman nada, pues razón de más para ir, te llevarás el tabaco, nos llevará el tabaco a ver los campos de trigo. Nunca fuimos a ver los campos de trigo. No hace falta ir a ninguna parte para ver los campos de trigo, los tengo clavados en la retina como un cristo translúcido purpurinoso roto de gominola ¡a cristo de gominola le falta la cabeza! No me dejan nunca los campos de trigo. No me abandona nunca el amor necesario para no morir en ellos, ni la desesperación suficiente para encontrarlos.

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