Se conocieron hace dos años. Ella llevaba bajo el brazo El lector de Schlink y tenía arcilla en
los ojos. El libro se le cayó al suelo en mitad del paso de cebra y los dos se
agacharon a recogerlo.
Ella era la mezcla más desconcertante de ganas de vivir y
tristeza que él había conocido nunca. Tenía las manos suaves y hacía el amor
como si lo necesitase. Procuraba no llorar delante de él.
Él se limitaba a abrazar más fuerte su cuerpo desnudo
mientras entraba en ella, ensimismado con un lunar cercano al cuello contra el
que frotaba su barba incipiente. Analogía hemisférica.
Cuando se conocieron,
él era virgen y ella le sacaba mucha experiencia. Había tenido parejas
estables, amantes y algún affaire, había follado en unos baños públicos, había
estado a punto de hacerlo en una cala apartada de la playa. Había amado
activamente a muchas personas, aunque siempre estuvo obsesionada por una. Había
sufrido. Amo el amor de los marineros que
besan y se van, le había recitado una vez a él, sonriéndole desnuda con
cierta malicia. Él supuso que hablaba en broma y se dispuso a morderle la
cadera. Y las sábanas eran blancas y estaban arrugadas.
El gotelé parecía un manto de estrellas bajo el cual amarla.
Él, mientras, pensaba que su modo de entender y practicar el sexo estaba muy
determinado por ella, su única amante. Esta idea comenzó a perturbarlo mientras
ella se la chupaba. Si su modo de entender el sexo era el que ella había
provocado que fuese (de acuerdo, concedamos un ligero margen a la iniciativa
personal), ¿quién había determinado el de ella? ¿Habían sido todas aquellas
personas con las que ella había tenido sexo o había sido sólo una, la primera?
¿O había sido aquella a la que había querido más o había sido tal vez aquella
con la que lo había hecho más tiempo (él)? ¿Había sido a él a quien había
querido más? Notaba el placer de su garganta subir por la columna.
Tal vez él hiciese el amor como la exnovia de ella. Su
exnovia lo haría como un exnovio lleno de polvo. El exnovio lo haría como el
Padre Javi… Subir por la larga e intrincada cadena de intercambios sexuales
resultaba inquietante y amarillo. Al final, se sintió como si estuviese
metiéndole la polla en la boca a la humanidad completa, como si la humanidad
completa le estuviese chupando la polla. La idea era abrumadora y quiso
apartarse de ella, se sentía asfixiado como si la hubiese metido en la Boca de
la Verdad de Roma y la Boca de la Verdad le hubiese preguntado “¿No me invitas
al cine antes?” y sus manos trepasen por las nalgas y su espalda en un movimiento
ascendente y catatónico para finalmente robarle un beso con sabor a semen. Ella
se recostó en su pecho cerrando los ojos y él la abrazó, confuso.
Se conocieron hace dos años, sea lo que sea conocerse.
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