subes a un autobús
a trescientos kilómetros
de mí de mí
de las centellas
distraídamente mandas mensajes
de socorro a todos tus amigos
alguno llega
también a mí
lo ignoro
quince minutos
descansas la frente
contra el cristal
el frío te
devora
el pecho
la espalda
también las manos
y continúas buscando
alguna conexión
alguien en línea
en este momento
mientras el bus avanza
y en tu cara
brillan residuos
de luz tras la pantalla.
y tú cierras
los ojos respiras
hondo duermes
escasos segundos
en este interurbano que no llega
en este interurbano que se marcha.
tú esperas.
también vacía.
también yo.
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