desnuda quedó la madera
la última vez que la miré de lejos.
el aire pesaba como un trueno sucio.
debe de ser ya primavera, creo.
la piel de angustia amortajada suena
sorda contra un muro de cemento,
unas vallas que no son las mías
recortan formas extrañas en lo nuestro.
lo que era nuestro. sí. ahora es
problema de otro, como te comento
casualmente entre fríos vasos de agua
intuyo que asientes y yo carraspeo
en cualquier caso se agota el tema pronto
y mientras hablas de tu madre yo recuerdo.
y es tan cansado recordar: el hastío veraniego
la tierra hendida por el sol, mi cuerpo enfermo
el peso de todos mis padres
condensado en el rocío del pelo.
y sin embargo: la plenitud
de tu voz mojada sobre mis pechos
la primera noche que nos amamos.
ay. es dulce recordar eso.
te dejé al alba para fumigar mis tierras
te pensé con la mordida furiosa del veneno
y te pensé tantas otras veces entre
el cansancio y el desconcierto
entre la nube pálida de los hombres
que unen a la tierra agria sus cuerpos
y los de sus hijos. fui hombre y fui hijo.
fui candor y horca. hoz y cielo.
la tarde se derrama sobre
nuestra pobreza ("¡cubero!")
y las uvas manchadas brillan con sorna.
debe de ser ya primavera, creo.
mis tierras sucumbirán a las flores
y al manto verde y a los insectos.
quise llevarte a las flores y regalar
mi tierra a los niños quedos
que sollozan al límite de lo consciente.
ay. es dulce recordar eso.
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