He cruzado.
Deliré de fiebre
me corté las manos
quise romper cuellos
desatar el árbol
desatar las manos,
pero he cruzado.
Desde las negras aguas verdes
nunca más madera
trastabillando
bajo las negras aguas rojas
he cruzado.
Una sombra que se niega al negro,
unos rojos, verdes labios,
un todo azul, violeta y vivo,
enredándose en el trigo
de mayo.
El trigo que te cae por las mejillas,
el trigo que se enlaza, desatado,
el trigo entre tus brazos, vaina, brazos
y en el tálamo.
Yo, que he temido nombres, meses, sombras
invisibles y amantes extraños
soy un único haz de un único trigo
(y una única boca y único álamo,
único pálpito único clamor)
de amor maduro que gotea cálido.
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